Foto: I.N., Barcelona, 2012
Narrativa
La expectación
ISABEL
NÚÑEZ
Julien Gracq
La
península
Nocturna Ediciones
125 PÁGINAS
14 EUROS
El editor francés
Jose Corti publicó este texto en una trilogía, La presqu’île, que incluía El
rey Copethua (ya publicado separadamente por Nocturna) y La Route.
Los tres textos aluden a ese tiempo de
la espera prolongado inesperadamente hasta la distorsión, donde la sensualidad
y el deseo alternan con un peso sombrío y una inquietud llena de presagios. Si
en el El rey Copethua esa oscuridad era
la guerra (al fin y al cabo, Julien Gracq –1910-2007— luchó en la Segunda
Guerra Mundial y fue prisionero), aquí lo terrible forma parte del misterio y
se integra en la extraña geografía precisa del paisaje físico y el cambiante
paisaje interior del protagonista, Simon.
Se ha dicho que Gracq celebró aquí el Tristán e Isolda de Wagner (el preludio y
la aceleración preamorosa posterior), que bebió del romanticismo, de Proust y
del surrealismo. Y sin embargo, ese escritor comprometido y discreto que fue
Gracq (militó en el Partido Comunista, rompió cuando el pacto
germano-soviético), que rechazó el Goncourt por coherencia (había escrito
contra los premios) y que escribió en silencio durante décadas, cultivó siempre
su propia poética.
En La península apenas ocurre nada: Simon
espera la llegada en tren de su novia Irmgard y mientras, recorre la península
de la Guérande y la dibuja con sutileza y precisión asombrosas, en un
romanticismo sin florituras ni sentimentalismos, un recital de metáforas e
imágenes alegóricas y un aire de pintura de Hokusai contemporánea.
Las sombras del
bosque, la atmósfera bulliciosa de la playa, la carga solar en las figuras que
vuelven lentas del mar, las corrientes de aire y del ánimo, los pasos rápidos y
sutiles entre el presagio lúgubre y la felicidad del deseo, las imágenes de
Irmgard, su recuerdo a veces intenso como una presencia física, un paisaje
sensual que vibra en un goce de pura musicalidad, aquí con la elegante
traducción de Julià de Jòdar.
Del
surrealismo toma la audacia metafórica y la conexión del inconsciente, del
romanticismo ese paisaje dramático de Caspar David Friedrich, de Wagner el alma
del preludio y la batalla del deseo, de Proust la fuerza de evocación y la idea
bergsoniana del tiempo, pero Gracq es único y su poética maravillosa nos
devuelve a Oriente sin olvidar nunca el humanismo herido por las guerras del
siglo XX.
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