La Vanguardia CULTURA/S
14 Culturas La Vanguardia Miércoles, 20 junio 2007 ESCRITURAS
Un recorrido por el Kosovo literario
En los Balcanes post-Milosevic el fatalismo converge con la esperanza. Hablamos con protagonistas de su escena cultural.
ISABEL NÚÑEZ
Como cuenta Ismaíl Kadaré en sus Tres cantos fúnebres, Kosovo significa campo de mirlos, pero la ciudad de Pristina se parece más a un campo de cemento. En los últimos años, la corrupción del gobierno provisional ha permitido construir sin licencia ni planes. El paisaje es caótico y sorprendente, lleno de grúas y polvo, y los coches invaden las aceras. Pero esa misma agitación, el bullicio de los cafés, la profusión de música y antenas parabólicas, son también signos de la efervescencia de la ciudad tras la guerra. A la espera de la independencia.
Queda lejos el apartheid que instauró Milosevic para la comunidad albanesa, expulsándoles de las instituciones e incluso de los bares, forzándoles a montar un sistema paralelo de escuelas en garajes, de exposiciones en hangares. Después vino la gran deportación, las casas quemadas y el tren donde hubo que meterse por la fuerza. Doscientos en cada vagón, me contó Flaka Surroi, jefa del grupo editorial Koha, evocando los trenes nazis. Empapados de lluvia y apretados hasta Macedonia, a un campo con 50.000 albaneses más, en terribles condiciones sanitarias, con tractores tirándoles pan como todo alimento. La mayoría de albaneses ha vuelto. "Y de los 5.000 desaparecidos, han vuelto los huesos de 2.000", dice Flaka Surroi. Ella encontró su casa intacta, pero el suelo de las calles de Pristina estaba lleno de medicinas incautadas y carnets de identidad rotos por las fuerzas paramilitares de Arkan. "Era el caos", dice Flaka, "nadie podía demostrar quién era, ni si la casa era suya."
La sede del grupoKoha incluye un periódico, un canal de televisión y una editorial de libros: 300 trabajadores. El padre era periodista y su hermano Veton dirige el partido de la oposición. Flaka niega que el grupo sea un instrumento del partido: "Él sale más en otros diarios que en el mío". Dice que en Pristina la gente no compra muchos periódicos, los lee en el bar. Como no hay precio unificado, compiten con diarios de precio más bajo.
Es una mujer joven y energética. Para ella, ser crítica supone enfrentarse a la corrupción y a la mafia. Han recibido amenazas de muerte. "Tengo que proteger a mi equipo." Le preocupa la corrupción y la educación. Su canal de televisión es informativo y cultural.No llegan a la comunidad serbia, por la lengua. "En Pristina ya hay jóvenes serbios que estudian aquí y aprenden albanés... Es difícil curar las heridas, se necesita tiempo." Koha vende libros en quiosco, junto con los diarios. Fomentan la lectura a un nivel popular. Han agotado tiradas de miles de ejemplares, en un lugar donde suelen editarse 500.
Queda lejos el apartheid que instauró Milosevic para la comunidad albanesa, expulsándoles de las instituciones e incluso de los bares, forzándoles a montar un sistema paralelo de escuelas en garajes, de exposiciones en hangares. Después vino la gran deportación, las casas quemadas y el tren donde hubo que meterse por la fuerza. Doscientos en cada vagón, me contó Flaka Surroi, jefa del grupo editorial Koha, evocando los trenes nazis. Empapados de lluvia y apretados hasta Macedonia, a un campo con 50.000 albaneses más, en terribles condiciones sanitarias, con tractores tirándoles pan como todo alimento. La mayoría de albaneses ha vuelto. "Y de los 5.000 desaparecidos, han vuelto los huesos de 2.000", dice Flaka Surroi. Ella encontró su casa intacta, pero el suelo de las calles de Pristina estaba lleno de medicinas incautadas y carnets de identidad rotos por las fuerzas paramilitares de Arkan. "Era el caos", dice Flaka, "nadie podía demostrar quién era, ni si la casa era suya."
La sede del grupoKoha incluye un periódico, un canal de televisión y una editorial de libros: 300 trabajadores. El padre era periodista y su hermano Veton dirige el partido de la oposición. Flaka niega que el grupo sea un instrumento del partido: "Él sale más en otros diarios que en el mío". Dice que en Pristina la gente no compra muchos periódicos, los lee en el bar. Como no hay precio unificado, compiten con diarios de precio más bajo.
Es una mujer joven y energética. Para ella, ser crítica supone enfrentarse a la corrupción y a la mafia. Han recibido amenazas de muerte. "Tengo que proteger a mi equipo." Le preocupa la corrupción y la educación. Su canal de televisión es informativo y cultural.No llegan a la comunidad serbia, por la lengua. "En Pristina ya hay jóvenes serbios que estudian aquí y aprenden albanés... Es difícil curar las heridas, se necesita tiempo." Koha vende libros en quiosco, junto con los diarios. Fomentan la lectura a un nivel popular. Han agotado tiradas de miles de ejemplares, en un lugar donde suelen editarse 500.
Migjen Kelmendi accede a los jóvenes con su canal de música por internet. Creó el semanario Java como foro y espacio para periodistas. Introdujo la cuestión de la identidad kosovar en el primer número de Java (2001) y luego en un libro, Who is Kosovar?, para promover un debate sobre la lengua gheg y el legado oriental. "Los kosovares nunca hemos hablado bien el albanés unificado, instaurado en la Albania de Hoxha, y los albaneses del norte nos ridiculizaban. Hablando gheg, los albano-kosovares resultan incluso exóticos", sugiere Kelmendi. "Los grupos de música que cantan en gheg suscitan curiosidad en Albania... Si toda la comunidad albanesa en Kosovo habla en gheg, ¿por qué renunciar a la propia lengua?"
En Java se escribe en gheg, albanés y serbio, con espíritu abierto. Pero casi todos le critican. "Dicen que no es el momento de la lengua, que hay problemas más urgentes. Romper tabúes siempre es un desafío, aunque agota."Y plantear la cuestión de la identidad "es como entrar desnudo en una mezquita". Kelmendi reivindica el legado oriental, el islam. "No la religión, sino la cultura y la tradición islámicas", el encuentro de Oriente y Occidente que conforma el rico legado de Kosovo. Java ha recibido el Press Freedom Award de Austria, un espaldarazo para Migjen. "La televisión de Kosovo me ignora, pero las cadenas de radio y televisión albanesas me invitaron a hablar del gheg." Habla de la corrupción, de la codicia de la posguerra, y de crearun movimiento cívico que pueda cambiar las cosas. "Tal vez un día funde un partido", sonríe.
Paseo por los bazares y la parte vieja de la ciudad, que conserva su estructura otomana, como un Estambul afeado y pasado por el filtro comunista. Tito preservó la arquitectura austrohúngara en la antigua Yugoslavia, pero en tiempos del jefe de seguridad Aleksander Rankovic, con el eslogan "Destruyamos lo viejo para construir lo nuevo", arrasó la arquitectura otomana de Pristina.
Me lo cuenta otro protagonista de la escena cultural, el poeta, novelista y editor Eqrem Basha, propietario de la librería Dukagjini. Librería y editorial están frente a la sede de Koha, en Nene Tereze (Madre Teresa), la avenida principal de Pristina (junto con la avenida Bill Clinton) y tal vez la única que se pronuncia por su nombre. En Pristina, nadie sabe los nombres de las calles: todas son indicaciones de proximidad (junto al Grand Hotel, frente a la iglesia ortodoxa...). Basha es optimista, tal vez porque su actividad le entusiasma. Los libros son caros, pero también publican libros de texto, y han obtenido premios internacionales por su contenido innovador y su interés didáctico. "La Universidad de Pristina ha sido de las primeras en adaptarse al sistema de Bologna. Y mi hija, una de los primeros estudiantes que se fue con una beca Erasmus." Basha es europeísta convencido, y arraigado a su país. "Necesitamos el Estatuto para resolver los problemas pendientes. Kosovo es rico en recursos, pero no en inversión." No teme el retorno de los repatriados. El hecho de que el 50 por ciento de la población tenga menos de 30 años le parece positivo, aunque falte trabajo. "Los albaneses siempre han emigrado a trabajar, traen ideas nuevas, recursos... Y la presencia de la comunidad internacional es positiva por el intercambio cultural."
Basha escribió de la guerra en su novela Las puertas del silencio, aún sin traducir. En francés le han publicado Les ombres de la nuit (Fayard). En la ciudad vieja, visito la mezquita, con sus hermosos mosaicos azules: en la puerta hay dos pares de zapatos. El muecín empieza a cantar bajo la fina lluvia matinal. Shkelzen Maliqi es ensayista, ha sido editor de libros y de una revista literaria, MM, asesor educativo de la Fundación Soros. Ahora escribe sus memorias y ha abierto una galería donde también organiza conferencias. Se anima al hablar de su actividad como comisario de arte y de su espacio, Rizoma. Me presenta al grupo de artistas que se encerró cinco días en la galería: sus intervenciones mezclan grafitis, imágenes de cómic, collages y textos irónicos o conceptuales. Luego destruirán las pinturas y toda documentación, aunque bromean que algo quedará grabado en el móvil de Shkelzen.
Entrevisto en italiano al joven poeta Arben Idrizzi, redactor del diario L'Express, donde escribe una columna cultural.
Aprendió italiano para leer poesía, de modo autodidacta, y ha traducido a Montale, Pavese, Pasolini... Sus poemas tienen nervio. No ha escrito apenas de la guerra, le interesa la época actual y es pesimista. “No hay esperanza en Kosovo. Hay tanta pobreza, no hay trabajo ni dinero y la corrupción es generalizada. Tememos que con la llegada del Estatuto no se resuelva nada y todo siga igual.”
Basha escribió de la guerra en su novela Las puertas del silencio, aún sin traducir. En francés le han publicado Les ombres de la nuit (Fayard). En la ciudad vieja, visito la mezquita, con sus hermosos mosaicos azules: en la puerta hay dos pares de zapatos. El muecín empieza a cantar bajo la fina lluvia matinal. Shkelzen Maliqi es ensayista, ha sido editor de libros y de una revista literaria, MM, asesor educativo de la Fundación Soros. Ahora escribe sus memorias y ha abierto una galería donde también organiza conferencias. Se anima al hablar de su actividad como comisario de arte y de su espacio, Rizoma. Me presenta al grupo de artistas que se encerró cinco días en la galería: sus intervenciones mezclan grafitis, imágenes de cómic, collages y textos irónicos o conceptuales. Luego destruirán las pinturas y toda documentación, aunque bromean que algo quedará grabado en el móvil de Shkelzen.
Entrevisto en italiano al joven poeta Arben Idrizzi, redactor del diario L'Express, donde escribe una columna cultural.
Aprendió italiano para leer poesía, de modo autodidacta, y ha traducido a Montale, Pavese, Pasolini... Sus poemas tienen nervio. No ha escrito apenas de la guerra, le interesa la época actual y es pesimista. “No hay esperanza en Kosovo. Hay tanta pobreza, no hay trabajo ni dinero y la corrupción es generalizada. Tememos que con la llegada del Estatuto no se resuelva nada y todo siga igual.”
Nerimane Kamberi usa indistintamente albanés y francés para escribir.
Es profesora de literatura francesa en la Universidad de Pristina, con un sueldo ínfimo, que compensa trabajando en organismos internacionales. Ha publicado cuentos, escribe una novela de la guerra. Cita a Mehmet Kraja, en cuyo libro unos locos se fugan del manicomio después de la guerra. “Ese manicomio, con serbios, albaneses y algún croata, era lo único que quedaba de Yugoslavia en Kosovo durante la guerra y los locos contemplaban cómo el mundo de fuera se volvía loco, y la frontera entre dentro y fuera se desvanecía.” Dio lugar a una película titulada KUKUMI, dirigida por el propio Kraja con Isa Qosja, y donde los locos vagan por el Kosovo destruido, bajo la lluvia. Nerimane es pesimista. “Según una encuesta, si pudieran elegir, el 70% de los jóvenes se iría de Kosovo. Y eso es grave.” Ella teme la marcha de la comunidad internacional, que da trabajo a tanta gente.
Fahredin Shehu es un joven poeta que trabaja en RadioKosova y ha recogido el legado sufí en sus poemas. Sueña con organizar unencuentro sufí en Sevilla o Granada. Leo sus poemas traducidos al inglés, de una sensualidad oriental. En la guerra, en el sudeste de Kosovo, sufrió el ataque de granadas del ejército yugoslavo, tuvo que abandonar su casa y perdió una biblioteca familiar de 2.000 títulos, con manuscritos caligráficos de 250 años de antigüedad, como el Canon de Avicenna. Durante tres meses vivieron en sótanos y, para no enloquecer, leía a Meher Baba y a Osho Rajneesh.
Eso le cambió. “La religión es para los que temen el infierno y anhelan el paraíso, la espiritualidad es para quienes ya han estado allí.”
Yvana Henzler dirige la oficina cultural de la embajada suiza, situada en la ladera de la colina. Hablamos de la escena del arte. “No hay inversión, no hay estructuras, ni escuelas, sólo centros decimonónicos. Pero hay talento, artistas originales, con una historia que contar.
Temo que sin esas estructuras, no puedan evolucionar. No hay coleccionistas, nadie les compra excepto yo”, sonríe y me cuenta cómo se convirtió en coleccionista. Por pura pasión. En 1998, en Sarajevo, descubrió artistas que le impresionaron. La guerra les había moldeado e inspirado. Empezó a comprarles piezas, entablando una relación con ellos y siguiendo su evolución.Enla escena internacional, detectó cierto desdén por lo balcánico: les invitaban a las ferias, pero sólo como grupo. Harald Szeemann se interesó por algunos y los llevó a Documenta o a Sevilla. Por desgracia, ese proceso se cortó con su muerte.
La colección de Yvana está íntimamente vinculada a los Balcanes y la guerra. “Cuando los artistas se marchan,
desconectan y cambian, y sus piezas ya no encajan con mi colección.” La representación visual de los problemas de la zona es “el hilo rojo que conecta mi colección. Una colección puede ser un sismógrafo de los problemas sociales.”
Es profesora de literatura francesa en la Universidad de Pristina, con un sueldo ínfimo, que compensa trabajando en organismos internacionales. Ha publicado cuentos, escribe una novela de la guerra. Cita a Mehmet Kraja, en cuyo libro unos locos se fugan del manicomio después de la guerra. “Ese manicomio, con serbios, albaneses y algún croata, era lo único que quedaba de Yugoslavia en Kosovo durante la guerra y los locos contemplaban cómo el mundo de fuera se volvía loco, y la frontera entre dentro y fuera se desvanecía.” Dio lugar a una película titulada KUKUMI, dirigida por el propio Kraja con Isa Qosja, y donde los locos vagan por el Kosovo destruido, bajo la lluvia. Nerimane es pesimista. “Según una encuesta, si pudieran elegir, el 70% de los jóvenes se iría de Kosovo. Y eso es grave.” Ella teme la marcha de la comunidad internacional, que da trabajo a tanta gente.
Fahredin Shehu es un joven poeta que trabaja en RadioKosova y ha recogido el legado sufí en sus poemas. Sueña con organizar unencuentro sufí en Sevilla o Granada. Leo sus poemas traducidos al inglés, de una sensualidad oriental. En la guerra, en el sudeste de Kosovo, sufrió el ataque de granadas del ejército yugoslavo, tuvo que abandonar su casa y perdió una biblioteca familiar de 2.000 títulos, con manuscritos caligráficos de 250 años de antigüedad, como el Canon de Avicenna. Durante tres meses vivieron en sótanos y, para no enloquecer, leía a Meher Baba y a Osho Rajneesh.
Eso le cambió. “La religión es para los que temen el infierno y anhelan el paraíso, la espiritualidad es para quienes ya han estado allí.”
Yvana Henzler dirige la oficina cultural de la embajada suiza, situada en la ladera de la colina. Hablamos de la escena del arte. “No hay inversión, no hay estructuras, ni escuelas, sólo centros decimonónicos. Pero hay talento, artistas originales, con una historia que contar.
Temo que sin esas estructuras, no puedan evolucionar. No hay coleccionistas, nadie les compra excepto yo”, sonríe y me cuenta cómo se convirtió en coleccionista. Por pura pasión. En 1998, en Sarajevo, descubrió artistas que le impresionaron. La guerra les había moldeado e inspirado. Empezó a comprarles piezas, entablando una relación con ellos y siguiendo su evolución.Enla escena internacional, detectó cierto desdén por lo balcánico: les invitaban a las ferias, pero sólo como grupo. Harald Szeemann se interesó por algunos y los llevó a Documenta o a Sevilla. Por desgracia, ese proceso se cortó con su muerte.
La colección de Yvana está íntimamente vinculada a los Balcanes y la guerra. “Cuando los artistas se marchan,
desconectan y cambian, y sus piezas ya no encajan con mi colección.” La representación visual de los problemas de la zona es “el hilo rojo que conecta mi colección. Una colección puede ser un sismógrafo de los problemas sociales.”