Escribí esta reseña por encargo de La Vanguardia Cultura/s, pero tampoco llegó a publicarse.
Narrativa
El manuscrito robado
ISABEL NÚÑEZ
David Leavitt
El cuerpo de Jonah Boyd
ANAGRAMA
Traducción de Javier Lacruz
223 PÁGINAS
14,50 EUROS
David Leavitt (Pittsburgh, 1961), graduado en Yale, da clases de literatura creativa en la Universidad de Florida, y ha pasado largas temporadas en el sur de Italia y en Barcelona. A los 23 años irrumpió en el panorama literario anglosajón con el brillante Baile en familia y tras el memorable El lenguaje perdido de las grúas, fue etiquetado como escritor gay en el contexto del realismo sucio. Un escándalo por supuesto plagio (el uso de un episodio de la vida del escritor Stephen Spender como material literario) y otro escándalo moral en Estados Unidos por un cuento de Arkansas marcan una trayectoria iconoclasta y una escritura que alguien ha calificado de “elegantemente subversiva”. En España, Anagrama ha publicado todos sus libros.
En El cuerpo de Jonah Boyd, Leavitt aborda precisamente el tema del plagio, la intertextualización, la reescritura o la participación de distintas manos en un libro, con una brillante e irónica vuelta de tuerca a su pasado escándalo con Stephen Spender.
La narradora de la historia es, aparentemente, Denny Denham, una inteligente secretaria que, como el personaje (¿robado?) de Allison Lurie, siempre ha tenido éxito con los hombres a pesar de su aspecto o tal vez precisamente por su aspecto sin atractivos convencionales. Secretaria de Ernest Wright, psicoanalista reconocido, es también su amante, amiga de su esposa, Nancy Wright (y sexualmente atraída por ella), confidente y rival de los hijos y de la amiga histórica de Nancy, Anne, e interpreta con soltura todos esos papeles. La visita de Anne a la casa de los Wright, junto con su marido, Jonah Boyd, un escritor de éxito, transformará la vida de todos. Jonah les lee parte de su novela, manuscrita en cuadernos italianos, los cuadernos desaparecen misteriosamente y la trayectoria de Jonah Boyd se descarría para siempre.
La trama, que utiliza ciertas claves de thriller en su indagación personal y literaria, está llena de matices y sorpresas hasta el mismísimo desenlace, donde no sólo se revela el misterio del manuscrito robado, sino también la identidad sesgada del auténtico narrador de la historia.
La escritura elegante y precisa de Leavitt gana fuerza y brío a medida que avanza, tras un principio engañosamente clásico y descriptivo que dibuja la casa de los Wright, escenario de la burguesía ilustrada norteamericana, con muebles de los Eames, piscina y barbacoa (guiño del apellido Wright), y alcanza un interesante clímax poco antes del final, en una confesión simbólicamente detectivesca, pero que gira en torno a la escritura, la influencia de la confianza y la autoestima para desarrollar un talento, y que integra el plagio en la visión posmoderna de la intertextualización, sin dejar nunca de considerarlo un delito dramático, exculpado tan sólo por la muerte y el olvido del legítimo autor.
La figura de la secretaria eficaz, su asociación con los secretos que conoce, su papel como reescritora de la producción de su jefe, su simpatía solidaria por una hermandad universal e invisible de secretarias, su crítica burlona de los roles y la misoginia en los años sesenta, su amoralidad moral y su observación fascinada pero tranquila de la belleza es tal vez uno de los mayores logros.
La escritura grácil y fluida, de una naturalidad asombrosa, que crece con la pasión y la convicción de quien cuenta una historia de verdad encaja perfectamente con esa búsqueda de la propia identidad del escritor, llevada a cabo como una investigación analítica, pero sin apenas teorizar, desde los gestos externos de la acción, con observaciones de humor inteligente que puntúan la historia como el juego del título (El cuerpo –body— de Jonás –el profeta— Boyd).
Algún despiste de trascripción (la “librería del Congreso” en vez de la Biblioteca del Congreso) no desmerece la traducción eficaz. En conjunto, una excelente novela, que se lee con auténtico placer.