LA VANGUARDIA Cultura/s
Biografía
Un retrato cruel (Una vida turbulenta )
ISABEL NÚÑEZ
Blake Bailey
Cheever: Una vida
Duomo Perímetro
Traducción de Ramón de España
885 PÁGINAS
43 EUROS
Blake Bailey (Oklahoma, 1963), profesor de Universidad en Virginia, es biógrafo del escritor norteamericano Richard Yates. Con Cheever: Una vida obtuvo una beca Guggenheim y el Premio Nacional de la Crítica 2009, además de amplio acceso a la parte inédita de los magníficos Diarios de Cheever y a la documentación controlada por la familia.
El resultado es esta magna y detalladísima biografía, que muestra lo que los Diarios ya dibujaban, pero sin su extraordinario impacto literario, sin la mirada del autor: el peso de un pasado familiar que atormentó a John Cheever toda su vida (ese padre fracasado en plena Depresión y la madre que le humilla con su fea tienda de objetos de regalo), la dualidad entre la fuerza de su deseo homosexual y la vergüenza que le producía, el alcohol ahogándolo todo, y su ambición social, su urgencia de ser un pater familias normal de clase media alta norteamericana, contrapuesta a su complejo social y a su incapacidad de encajar en esa apariencia de felicidad. Y su magnífica obra, el retrato despiadado de esas contradicciones, de esos secretos familiares que anidan en el césped suburbano y los reflejos de las piscinas, de ese descontento crónico, de la violencia del deseo reprimido y sus consecuencias.
El retrato del escritor, a través de cientos de testimonios, amenizado con los cameos de escritores que fueron alumnos, amigos y/o rivales (Maxwell, Salinger, Updike, Roth, Capote, Donleavy, Bellow, Mailer, Gurganus), siguiendo su oscura infancia, su trayectoria estudiantil, universitaria, matrimonial y profesional de escritor en The New Yorker, guionista en Hollywood, profesor en la Universidad (de T.C. Boyle y Gurganus), miembro de Yaddo, sus amantes de los dos sexos, su difícil relación con sus hijos, su omnipresente ginebra, es demoledor, pero también conmueve, precisamente porque está detrás del Cheever escritor.
La pregunta que se hará algún lector es hasta qué punto hacía falta esta investigación tan prolija de la parte más sórdida del hombre Cheever, y si nos interesa ese Cheever más que el escritor. Sobre todo, teniendo en cuenta que sus Diarios publicados son ya explícitos y con una calidad literaria muy superior. También cabe preguntarse por qué su familia, apoyando la biografía, habrá querido mostrar la peor cara del escritor.
A mí me ha resultado de un voyeurismo agotador, tanto como sus Diarios (Emecé, 1993) me interesaron. Leyéndolo casi comparto su resaca alcohólica. Ciertamente es entretenida, está llena de brillante gossip y cuenta con un útil índice onomástico. Algunos la leen “como una gran novela”; depende de lo que uno busque en las biografías. Y el precio de la edición castellana parece excesivo. Tal vez su máximo valor sea devolvernos el deseo de leer sus cuentos, tan luminosos en su melancolía suburbana, tan sabiamente dosificados y económicos, de retomar La geometría del amor (Emecé, 1998), recordar al nadador que encarnó en el cine Burt Lancaster, volver incluso a sus diarios y novelas.