miércoles, 15 de agosto de 2012

En La Vanguardia Cultura/s, Bosnia, veinte años después


Foto: I.N. Junto a las viejas tumbas de piedra de los morabitos, los pilotes de tantas muertes de la guerra, Sarajevo, 2003.
Bosnia, veinte años después
Isabel Núñez

Entre 1991 y 1995, se produjo en Yugoslavia un conflicto sangriento y terrible, que se cobró unas doscientas mil vidas –la mayoría en Bosnia, donde la guerra estalló en abril de 1992—, desplazó a dos millones de personas y fragmentó el país en múltiples estados: Bosnia, Croacia, Serbia, Eslovenia, Macedonia, Montenegro y Kosovo.  Un nacionalismo excluyente ocultaba en realidad causas históricas complejas.
Veinte años tras el asedio de Sarajevo y la guerra que desmembró la antigua Yugoslavia, la única guerra europea de la segunda mitad del siglo XX, es un momento para reflexionar. En España se publican varias obras de ficción que recogen aquel conflicto: Adolfo García Ortega, Erika Bornay o la novela de Clara Usón, La hija del Este, basada en el suicidio de la hija del criminal de guerra Mladić (tal vez tras comprender quién era su padre), que reconstruye hábilmente el conflicto balcánico desde ese drama particular.
Cuatro escritores balcánicos, a los que entrevisté en mi libro Si un árbol cae. Conversaciones en torno a la Guerra de los Balcanes (Alba, 2008) han querido hablar hoy y hacer balance de ese amargo aniversario.
Ozren Kebo (escritor y periodista bosnio, director de la revista Dani, autor de Bienvenue en enfer: Sarajevo, mode d’emploi, La Nuée Bleu, Estrasburgo, 1996.)
“Hoy, dos décadas tras el asedio, concluiría así: La guerra duró cuatro años y sus repercusiones durarán al menos cuatro décadas. El asedio de Sarajevo fue tan sangriento y cruel que aún vivimos con las consecuencias de aquel delirio. El trauma provocado por aquellos años no puede borrarse, ni curarse…Lo que yo espero, como individuo que sobrevivió al asedio, es perdón. Yo creo en el perdón, creo que todo el mundo debería perdonarlo todo, pero no hay posibilidades de que ese proceso ocurra. Sarajevo es una buena ciudad, sería incluso mejor si no la destruyeran los políticos. 
Al principio, nos destruyeron con granadas, hoy somos víctimas de la política, la economía y el capital (el dinero de las grandes corporaciones).
Sea como sea, siempre hay alguien dispuesto a destruirnos.”
Igor Sticks (escritor sarajeviano de origen croata y austríaco, autor de La silla de Elías, Barcelona: Destino, 2008)
“Veinte años después del principio de la guerra, Bosnia existe como estado independiente, el país se ha reintegrado después de una guerra cuyo objetivo era exactamente el contrario y un gran número de refugiados ha vuelto... La ideología nacionalista que destruyó 100.000 vidas humanas sigue reinando, gracias a la estructura institucional que favorece la etnicidad como único criterio de la vida política e incluso social. La guerra creó y la paz ha consolidado a la élite etno-nacionalista, la única a quien favorece esta situación.
Espero que la conmemoración no sea un objetivo en sí. Es importante volver a Sarajevo, mostrar que la tragedia de esa ciudad no debe olvidarse y que esta tragedia forma parte de la herencia común de la Europa contemporánea.”
Igor Marojević (escritor serbio, autor de El engaño de Dios, Barcelona: h2o, 2007)
“La situación en Bosnia me parece mucho mejor que hace veinte años, dado que ahora no hay guerra allí y han pasado dos décadas. En los demás aspectos no se ha avanzado demasiado, si se tiene en cuenta el rencor entre las tres naciones constitutivas. Esto no es de extrañar, dado que el documento de Dayton, que sirvió para acabar la guerra, sigue utilizándose como ley en condiciones de paz.
La única solución sería fortalecer la nación bosnia como una identidad laica, pero para eso habría que invertir mucho en cultura en todos los aspectos, y en los Balcanes, la cultura no interesa casi a nadie, ni a la gente corriente ni a los políticos. Además, dado que toman decisiones a corto plazo, la situación en Bosnia y Herzegovina es sólo la que conviene a la mayoría de políticos locales.
Por todo esto, como ocurría con el multiculturalismo yugoslavo, hoy día, Bosnia y Herzegovina puede ser paradigma de la falta de respeto a la otredad que aún predomina en la mayoría de los países ex yugoslavos, si no en todos.”
Slavenka Drakulić (escritora croata, autora de No matarían ni a una mosca, Global Rhythm Press, 2008 y Como si no estuviera Anagrama, 2004).
Croacia se encuentra al fin en el umbral de la UE. Cómo envidiábamos a Bulgaria y Rumanía por ser admitidos antes, hace unos años. No nos parecía bien, ya que los croatas –como solía decir nuestro ex presidente Franjo Tudjman, éramos “europeos antes que Europa”. Y en un año, Croacia será miembro de la UE.
Si la UE aún existe.
¿Hay que celebrarlo? Ya no está tan claro: la UE es distinta que hace diez años, cuando Croacia inició el proceso de integración. La participación en el reciente referéndum fue sólo del 43-51 %. El 66,27%  estaba a favor de integrarse, pero la baja participación enfrió la alegría.
Los argumentos contra la integración iban desde el hundimiento de la UE, la pérdida de soberanía e identidad nacional, la oposición a la economía global y la servidumbre al capital extranjero. Los argumentos de la izquierda y la derecha convergían en el punto de las pérdidas. Los políticos favorables hablaban de los beneficios que lograríamos: inversión extranjera, trabajo, fondos; como niños esperando a Santa Claus. Mencionaban la paz y estabilidad en la zona, pero sólo de paso. Nadie dijo cómo podía Croacia contribuir a la unión.
Unos y otros tenían razón. El país perdería parte de su soberanía política (no su identidad nacional) y Croacia quedaría expuesta a un modelo brutal de capitalismo, aunque nuestros gánsteres ya despojaban al país de su riqueza con el proceso de privatización. Pero el dilema real tras el referéndum era: ¿podría sobrevivir Croacia, sería viable fuera de la UE? No siendo rica como Noruega, cuesta creer que un país de 4,5 millones de personas cuya principal industria es el turismo podría sobrevivir solo; gastamos más de lo que generamos: Grecia sería un ejemplo. Incluso la Iglesia Católica y el criminal de guerra Ante Gotovina, condenado en La Haya a 24 años de cárcel, ¡apoyaron el referéndum! Para ellos, la integración en la UE es la prueba de que los croatas (católicos) son europeos –mientras que ellos, los serbios (ortodoxos) ¡no lo son! Pero también los serbios se integrarán cuando resuelvan el problema de Kosovo.  Y hace solo veinte años, en Yugoslavia hicimos una guerra para separarnos unos de otros. Eso es lo que yo llamo “la paradoja balcánica”.