miércoles, 30 de mayo de 2012

Mi reseña de Clara Usón en el Cultura/s


Foto: I.M., Paseando por Tršić, Serbia, no muy lejos de la frontera Bosnia, 2011

Una historia apasionante

ISABEL NÚÑEZ



Clara Usón
La hija del Este
Seix Barral
447 Páginas
19,50 EUROS

Ana Mladić, alumna brillante de medicina, hija del general y criminal de guerra balcánico Ratko Mladić,  se pegó un tiro con la pistola favorita de su padre, a los 23 años, tras un viaje a Moscú. Es inevitable preguntarse si su gesto iba asociado a las atrocidades de su padre.
Clara Usón (Barcelona, 1961), premio Biblioteca Breve con Corazón de Napalm (2009), fabula sobre el personaje en La hija del Este. Sin duda es su novela más ambiciosa, no sólo por la ingente documentación histórica y cotidiana: sitúa la pérdida de la inocencia en la guerra que fragmentó la antigua Yugoslavia e intenta entender las razones del conflicto.
La estructura es clave: sola, la voz de Ana Mladić, inocente, cargada de estereotipos, sería asfixiante. Pero otra voz más libre, la de un judío serbocroata, retrata con humor negro östeuropeo una galería de héroes bélicos y se cruza vitalmente con la protagonista y su padre.
El viaje de Ana a Moscú, la visión mítica del padre patriarcal como hombre sensible, los amoríos de Ana y sus amigos se dibujan en la primera parte. Y la otra voz, misteriosa y cínica, cobra fuerza. Así se compone el libro, y es el primer logro de La hija del Este, ese escenario tan intenso de las novelas que cuentan cómo un país se contagia de la locura colectiva, cómo se gesta un genocidio o la orgía de violencia que según Durkheim es la guerra. Como Isherwood en Adiós a Berlín o Katherine Anne Porter en La nave de los locos.
Cada personaje, por razones personales y familiares, reacciona ante la guerra y los que parecían pacíficos liberan al monstruo que les habita. Mostrar la ambivalente complejidad de la condición humana –ese padre adorado revelado como un sádico brutal, que al día siguiente del suicidio de su hija dirigirá la matanza de Srebrenica ante la pasividad de los cascos azules holandeses—, es el segundo gran logro de la novela.
El tercero, estructural, es que una historia cuyo final conocemos desde el principio –el tiro en la sien de Ana Mladić— se vuelva más excitante a medida que avanza.
¿Qué esperamos de una novela? ¿Que nos transporte y nos permita pensar, no solo en los Balcanes, sino en nosotros? Clara Usón lo logra en La hija del Este, sin dejar nunca de entretener al lector. La que nos cuenta es una historia amarga, pero tan bien ritmada que resulta apasionante.


miércoles, 23 de mayo de 2012

Mi reseña de Lord/Balthus en el Cultura/s


Balthus, Thérèse soñando, 1938

Biografía

El mundo de Balthus
ISABEL NÚÑEZ

James Lord
Balthus
Traducción de Palmira Feixas
ELBA
110 PÁGINAS
16 EUROS
         
James Lord (Nueva Jersey, 1922 – París, 2009) fue cronista del París de la posguerra, escribió de Giacometti, Picasso y Dora Maar. Aquí, con su gracia personal, relata su relación con el pintor y medita sobre el arte y el tiempo.
         Balthasar Michel Klossowski de Rola nació en París en 1908, hijo de un historiador del arte y escenógrafo de familia polaca vagamente noble y de la talentosa pintora judía Baladine. Su hermano fue el escritor y pintor Pierre Klossowski. Su niñez transcurrió entre figuras como Bonnard, Vuillard, Valéry y Rilke, que pondría texto a su libro Mitsou, historia de un gato.
         El artista adoptó su nombre infantil, Balthus, pues según Baudelaire “el genio sólo es la infancia recobrada a voluntad”, y construyó su personaje. Se tituló conde de Rola, se instaló en un ruinoso château (goteras y un frío considerable) con su sobrina y modelo Frédérique, e imitó a sus maestros sin pisar una escuela de arte. Desdeñó la contemporaneidad y buscó el fulgor del pasado en su mundo personal, inquietante y perverso, de niñas ensoñadas rodeadas de gatos, con un simbolismo surreal y carrolliano. Los surrealistas le habrían acogido, pero él rechazaba su vínculo con el presente. Giacometti y Lucian Freud le reconocían, Picasso le compraba cuadros, Camus y Artaud le pedían escenografías, Malraux le hizo director de la casa de Francia en la romana Villa Medici y le envió a Japón, donde conoció a Setsuko y se casó. Pierre Matisse le organizó muestras en Nueva York y París. Y Balthus consolidó su obra indiferente a su tiempo.
         Lord le dibuja en su viejo château y nos divierte con la larga negociación para que Balthus le retratara. Su mirada es crítica, llena de insight y humanidad.
         Completa el libro el hábil perfil de Alice Bellony-Rewald (autora de The Lost World of Impressionists, excluida en la portada) de Balthus en Villa Medici. Alice le entrevistó en su época arisca y él la retrató en aquel escenario decadente, afín a su sueño aristocrático. Balthus aparece esquivo, melancólico, encantador y mezquino, aislado en su nube.
         Un librito delicioso, bien editado por Elba, que nos acerca al universo balthusiano, revive una época feliz de colaboraciones entre artistas y permite reflexionar sobre el arte y los obstáculos que uno se impone en la construcción de una obra. 

miércoles, 9 de mayo de 2012

Mi reseña de La península de Julien Gracq


Foto: I.N., Barcelona, 2012

Narrativa

La expectación

ISABEL NÚÑEZ

Julien Gracq
La península
Nocturna Ediciones
125 PÁGINAS
14 EUROS
        
El editor francés Jose Corti publicó este texto en una trilogía, La presqu’île, que incluía El rey Copethua (ya publicado separadamente por Nocturna) y La Route.
         Los tres textos aluden a ese tiempo de la espera prolongado inesperadamente hasta la distorsión, donde la sensualidad y el deseo alternan con un peso sombrío y una inquietud llena de presagios. Si en el El rey Copethua esa oscuridad era la guerra (al fin y al cabo, Julien Gracq –1910-2007— luchó en la Segunda Guerra Mundial y fue prisionero), aquí lo terrible forma parte del misterio y se integra en la extraña geografía precisa del paisaje físico y el cambiante paisaje interior del protagonista, Simon.
         Se ha dicho que Gracq celebró aquí el Tristán e Isolda de Wagner (el preludio y la aceleración preamorosa posterior), que bebió del romanticismo, de Proust y del surrealismo. Y sin embargo, ese escritor comprometido y discreto que fue Gracq (militó en el Partido Comunista, rompió cuando el pacto germano-soviético), que rechazó el Goncourt por coherencia (había escrito contra los premios) y que escribió en silencio durante décadas, cultivó siempre su propia poética.
En La península apenas ocurre nada: Simon espera la llegada en tren de su novia Irmgard y mientras, recorre la península de la Guérande y la dibuja con sutileza y precisión asombrosas, en un romanticismo sin florituras ni sentimentalismos, un recital de metáforas e imágenes alegóricas y un aire de pintura de Hokusai contemporánea.
Las sombras del bosque, la atmósfera bulliciosa de la playa, la carga solar en las figuras que vuelven lentas del mar, las corrientes de aire y del ánimo, los pasos rápidos y sutiles entre el presagio lúgubre y la felicidad del deseo, las imágenes de Irmgard, su recuerdo a veces intenso como una presencia física, un paisaje sensual que vibra en un goce de pura musicalidad, aquí con la elegante traducción de Julià de Jòdar.
         Del surrealismo toma la audacia metafórica y la conexión del inconsciente, del romanticismo ese paisaje dramático de Caspar David Friedrich, de Wagner el alma del preludio y la batalla del deseo, de Proust la fuerza de evocación y la idea bergsoniana del tiempo, pero Gracq es único y su poética maravillosa nos devuelve a Oriente sin olvidar nunca el humanismo herido por las guerras del siglo XX.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Mi reseña de Roncagliolo en La Vanguardia Cultura/s


Foto: I.N., Vuelta al barranco, 2012

Biografía

De la impostura

ISABEL NÚÑEZ


Santiago Roncagliolo
El amante uruguayo. Una historia real
ALCALÁ
368 PÁGINAS
21,90 EUROS

         La figura del impostor, mentiroso y fabulador suscita interés literario, tal vez porque ser escritor supone también vivir otras vidas, crear vidas paralelas con la ficción. De ahí que cuando a Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) le propusieron que escribiera sobre un entierro en Uruguay de los restos de Federico García Lorca en 1953, sintiera una inmediata fascinación por el factótum de aquel misterioso homenaje, un tal Enrique Amorim, uruguayo, escritor sin talento y sobre todo farsante.
         Enrique Amorim, que aparece en una fotografía con Federico, conoció al poeta en 1932, cuando éste triunfaba en Argentina con sus Bodas de sangre, de la mano de la actriz Lola Membrives, y viajaron a Uruguay. Allí supuestamente tuvo lugar el romance y Federico le leyó a Amorim su aún secreto homenaje a Walt Whitman.
Roncagliolo sigue, primero a Lorca y luego a Amorim, para reconstruir como un detective la verdad oculta tras las mistificaciones de Amorim, con un telón de fondo tan trepidante como la Guerra Civil española, la Segunda Guerra y la Ocupación en París, pero también la Argentina de Perón, pasando por Moscú y por Hollywood.
Y es que Amorim, guapo y homosexual, casado con una prima de Borges, lo intentó todo, y gracias a su fortuna personal y a sus maquinaciones, se acercó a Benavente, Pablo Neruda y Picasso y se hizo pasar por Sartre ante Chaplin en el único encuentro entre éste y Picasso, en plena guerra fría.
Además de manejar con ligereza y brío su investigación novelesca por momentos históricos tan complejos, Roncagliolo muestra lo que significaba ser homosexual en aquella época, y las relaciones de los intelectuales con el Partido Comunista.
         El retrato de Lorca es despiadado y sólo la voz de Neruda o la mujer de Amorim restituyen el encanto de un escritor que derrochó talento vital. Vemos un Borges interesante en su trayectoria, con algún gesto insólito. Neruda surge con toda su ambivalencia, su luz y sus miserias. Personajes brillantes, contemplados con distancia iconoclasta y un ritmo vertiginoso, lanzados al gran baile alucinado de la historia. Y en el centro, ese no-lugar de un hombre que quiso interpretar todos los papeles del éxito, que sería olvidado por todos, como vaticinó Borges, pero que se acercó mucho a las estrellas. Una “historia real” muy novelesca.