lunes, 29 de agosto de 2011

Jin Ping Mei en la revista TURIA (junio 2011)

La danza del deseo y la corrupción en la China del XVII

En su interesante introducción a la edición de Jin Ping Mei de Atalanta, la sinóloga, profesora y traductora del chino Alicia Relinque arranca con la leyenda de un lector precoz de la novela, que ante la caja de brocado del manuscrito, acaricia la seda del papel y empieza a leer. A medida que avanza, el intenso erotismo y la belleza despiertan su deseo y sigue leyendo poseído por la fiebre hasta caer fulminado por las páginas envenenadas. Es un motivo que al parecer inspiró a Umberto Eco para su novela El nombre de la rosa, que también se encuentra en un cuento de Las Mil y Una Noches, “Historia del visir del rey Yunan y del médico Ruyan” y probablemente se trató de una leyenda propagada por un editor en esa China del siglo XVII, entre la última época de la dinastía Ming (1368-1644) y la instauración de la dinastía Qing (1644-1911).

Nada se sabe a ciencia cierta del autor del libro, camuflado tras el seudónimo: El erudito de las carcajadas. Relinque y otros dos estudiosos sinólogos, Anne-Hélène Suárez y Manel Ollé, nos recuerdan cómo en la antigua China el conocimiento de la literatura, la tradición clásica y la poesía eran requisitos indispensables para participar en la vida política, y cómo poco a poco, el gran número de letrados y la pasión genuina por lo literario permitieron el desarrollo independiente de la literatura.

Aunque no hay acuerdo en las especulaciones de la autoría, la convicción general señala a una sola pluma y se han definido ciertos trazos de la personalidad del hipotético autor, probablemente alto funcionario, culto, respetuoso del canon, pero interesado por las nuevas formas literarias, que en la obra recogerá elementos –canciones, poemas, diálogos— de la tradición dramatúrgica y literaria y sabrá articularlos en la narrativa de una novela moderna, orientada a su época –un tiempo inmediatamente anterior, el fin de la dinastía Ming, le sirve como metáfora para denunciar la corrupción de su entorno— y que se publica casi coetánea a nuestro Quijote.

Si el autor fuese Wang Shizhen, que reúne estas características, tendría además una motivación personal lo bastante poderosa para escribir un libro tan insólito, tan osado en lo erótico y tan despiadado como retrato social. El padre de Wang Shizhen fue condenado a muerte por razones arbitrarias y la conciencia de la injusticia unida al apego filial podría haber sido el motor de arranque de la novela.

Jin Ping Mei parte de la tradición (la historia inicial deriva de la novela A la orilla del agua), pero es al mismo tiempo innovadora y resulta sorprendente aún para el lector de hoy. Se trata de una parodia implacable de la vida cotidiana en la era Ming, una sociedad donde todo parece tener un precio y el protagonista, Ximen Qing, es un funcionario corrupto y voluptuoso, que se abre camino hacia sus objetos sexuales y el poder, sobornando y repartiendo táleros de plata, vasijas maravillosas, kimonos y joyas aquí y allá. La belleza, la poesía y el refinamiento que iluminan el libro y construyen su atmósfera sutil contrastan con la osadía y la literalidad erótica y escatológica –a veces en la fragmentación más pornográfica— y con la dureza y la aridez de los personajes. Sin duda es una novela realista, sin héroes ni figuras idealizadas, donde todos son corruptibles y los pocos que objetan y muestran algún escrúpulo son rápidamente derrotados.

El título se compone de los nombres de las tres amantes principales de Ximen Qing: Pan Jilian, Li Ping’er y Pang Chunmei, que juntos significarían: “Flor del ciruelo (mei) en el jarrón (ping) de oro (jin)”.

Tras un poema y sus consideraciones históricas y de pensamiento, la trama empieza con Pan Jilian, una mujer hermosísima, hábil y delicada, hastiada de su marido, al que considera demasiado humilde y que a sus ojos no tiene energía ni sex appeal. Pan Jilian intenta seducir a su cuñado Wu Song, guerrero fuerte y atractivo, célebre por haber matado a un tigre con sus manos. Wu Song se escandaliza de los avances de su cuñada y decide alejarse. Mientras, Pan Jilian conoce y seduce a Ximen Qing con la ayuda de una ávida alcahueta, y estimulando su deseo logra que su nuevo amante acabe con la vida del molesto marido. Al volver, Wu Song intenta vengar el honor de su hermano, pero no cuenta con el infinito poder del dinero en un sistema de justicia ya debilitado y corrupto. Acelerando el ritual del duelo, la viuda Pan Jilian es desposada por Ximen Qing, que la hospeda con el resto de sus mujeres. A partir de ahí, siguen las aventuras de Ximen Qing, sus hábiles sobornos y sobre todo, sus encuentros eróticos con todas esas mujeres, con sus tés, sus vinos de arroz, sus manjares y sus exóticos trucos afrodisíacos, como la diminuta pieza de bronce llena del semen de un pájaro lascivo de Myanmar.

No falta la crueldad, con sus refinamientos, ni la descripción de la condición de las mujeres en esa sociedad. La ironía y el humor negro parecen dominarlo todo y refrescan la dureza de la crítica social, intercalando poemas al modo de un coro griego, que ofrecen un contexto universal a las situaciones, distancian de la acción o la distorsionan con su burla perspicaz, sin mitigar la carga de profundidad de esa crítica corrosiva, ni ocultar el móvil de amargura o de decepción humana que pudo inspirar esta escritura.

Naturalmente, la historia está hecha de pasiones, pero se trata sobre todo del deseo en sus más ardientes formas, opuesto a cualquier escrúpulo o cualquier fidelidad, desprovisto de toda compasión, y en todo caso, del orgullo herido, la violencia y la humillación, sin más ética que la satisfacción del deseo y la complacencia de quienes pueden contribuir a realizarlo.

La cuidada edición de Atalanta, traducida y sabiamente anotada por Alicia Relinque, reúne además los grabados en blanco y negro de la época, así como las ilustraciones a color de una edición posterior, mucho más osadas y que translucen perfectamente ese espíritu erótico de la novela, donde la belleza, la sensibilidad y el refinamiento se unen de modo insólito a la procacidad y una descarada escatología, siempre con el humor de la picaresca oriental. Se trata de la edición más completa que ha aparecido en Occidente, sin censuras ni recortes, y cuenta con la orientación clara, culta y amena de las notas y la introducción de una traductora de lujo. Esperemos que Alicia Relinque y Atalanta nos obsequien pronto con el segundo volumen, para seguir las vicisitudes de sus personajes hasta el fin y especular aún más sobre su misterioso autor.—ISABEL NÚÑEZ

El erudito de las carcajadas, Jin Ping Mei; traducción, introducción y notas de Alicia Relinque Eleta. Vilaür, Girona, Atalanta, 2010.