miércoles, 6 de octubre de 2010

Mi reseña de Markus Orths en el Cultura/s

Foto: I.N., Tibidabo, 2010
Narrativa La camarera intrigante ISABEL NÚÑEZ
Markus Orths La camarera Seix Barral Traducción de Mª José Díez Pérez 143 PÁGINAS 15 EUROS
Los hoteles siempre han inspirado a los escritores, y el personal de servicio, también. Pensemos en aquel Journal d’une femme de chambre de Octave Mirbeau que Renoir y Buñuel llevaron al cine, o en The intriguing chambermaid del Fielding dramaturgo, o en el hábil descaro social y amatorio del tramposo botones en Confesiones del estafador Felix Krull de Thomas Mann, la denuncia social y la tristeza histórica de Tentación de Janos Székely y la ferocidad de la señora de los lavabos en “The Holy Terror” de Maeve Brennan. Todos mostraron lo que subyacía a esa desigualdad, a veces casi esclavitud de unos sufridos trabajadores que contemplaban la intimidad lujosa y despreocupada de sus huéspedes. Además, la vida atisbada, sospechada y fugaz de los hoteles ha engendrado joyas como 200 chambres 200 salles de bain de Valery Larbaud, o experimentos contemporáneos como el Hotel World de Ali Smith, y la lista podría continuar incansablemente. Markus Orth (Viersen, 1969) es autor de varias novelas premiadas en Alemania, entre ellas La mujer travestida (Salamandra, 2009), la historia de una mujer hispana que vivió libre como un hombre en el 1600, o Lehrerzimmer, que pronto veremos en cine y que publicará Seix Barral. La camarera es una nouvelle, y cuenta la historia de Lynn Zapatek, una joven recién salida del psiquiátrico que entra como camarera en un hotel, se entrega obsesivamente a las tareas de limpieza y acaba husmeando en la intimidad de los huéspedes, escondiéndose bajo las camas para vivir sus vidas y olvidarse. O seduciendo a la prostituta que visita a uno de ellos. Se trata de lo que llaman un page turner; ciertamente se lee de un tirón. A pesar de la huella melancólica que dejan los gestos de la protagonista, de esa triste obsesividad enferma, con cierta escatología (tal vez la erótica de lo escatológico esté de moda en Alemania, vía Charlotte Roche), de su amor sáfico y su atmósfera de soledad urbana, la ligereza burlona y algo vacua con que está contada desaprovecha posibilidades literarias y no profundiza ni se interroga honestamente sobre ese patético personaje. Pero tal vez las imágenes y gestos de la protagonista expresen por sí solos su carga de soledad y patología contemporáneas, y el tono de ligero entretenimiento sin duda atraerá a muchos más lectores.