miércoles, 4 de abril de 2007

Balcanes: Aleš Debeljak

Foto: El País, el castaño de Anna Frank, 2007

Poesía y ensayo
Un paseo por la historia
ISABEL NÚÑEZ


Aleš Debeljak
La ciutat i el nen
Edicions La Guineu
Traducción de Xavier Farré
88 PÁGINAS
12,4 EUROS
Aleš Debeljak
La neu de l’any passat
Lleonard Muntaner
Traducción de Simona Škrabec
169 PÁGINAS
14 EUROS


Debo reconocer que leí la versión inglesa, The City and the Child, revisada y corregida por el propio Aleš Debeljak, y me cautivó ese recorrido dolorido por su destruida Arcadia, un paseo melancólico por la historia de los Balcanes y de Europa. El narrador mezcla su lamento a la celebración vital del nacimiento de su hija, un hecho que revoluciona su percepción del mundo y le hace comprender, en plena guerra, que la vida es sobre todo renovación.
Admito que no he logrado el mismo encantamiento con la versión de Xavier Farré (no por el contenido, cuidado por la revisión de Simona Škrabec y Jaume Creus). Tal vez estuviera yo demasiado apegada a las palabras de mi primer descubrimiento de Debeljak, o tal vez sea una cuestión subjetiva, de gusto, de palabras que yo no escogería y que vuelven rígido un texto que en inglés fluía naturalmente, en unos versos largos, narrativos y precisos, de una belleza poética que entronca con lo que el propio Debeljak decía del escritor serbio judío Danilo Kiš, que “(con los mismos procedimientos poéticos y literarios que Borges), introduce en su obra una responsabilidad ética, con dos interrogantes claves del siglo XX: los campos de exterminio nazis y el gulag soviético. De este modo, su literatura queda arraigada a un espacio histórico.”
Los poemas de Debeljak arraigan también en un espacio histórico, en esa “prisión de la historia”, en el peso ritual que se repite, en “el mapa de un país que desafía el olvido”, en “las metáforas que arden dolorosamente sobre la ciudad” destruida, en su mirada culpable y su “crónica del dolor”: “dos mortíferos y hermosos bombarderos rompen el cielo y los cartógrafos no descansan. El tiempo se acaba. La historia prende una hoguera en los arbustos…”, Siempre con su dualidad vital y sensual, fumando “el último cigarrillo”. Como el muro de piedra que espera a que el ritual de la historia se repita, pero que también “será derribado por el delicado aliento de un niño”.
La neu de l’any passat es una cuidada selección de ensayos, eficazmente traducida por Simona Škrabec, que añade un interesante y esclarecedor epílogo. Debeljak expone, en su tono poético y personal, sus brillantes reflexiones sobre los Balcanes, la historia, la cultura, el peligro de los mitos (el uso perverso que hizo de ellos Milorad Pavić para apoyar la narrativa beligerante de la Gran Serbia; o los más viejos mitos, como la peonía de Kosovo de la que hablaba Kadaré, que crecía con la sangre de los soldados serbios y ahora entorpece tácitamente la aceptación serbia de una independencia necesaria). Debeljak explora los fundamentos para construir una identidad europea común, sin renunciar a las diferencias ni al legado étnico propio.
El descubrimiento adolescente de la gran ciudad cosmopolita de Belgrado –sucia y viril frente al espíritu germánico e higienista de los eslovenos—, su identificación de joven lector con la antigua Yugoslavia, o con la lengua, que promete no abandonar en la poesía (escribe ensayos en inglés), la pérdida de esa Arcadia yugoslava que es también su juventud… En definitiva, el periplo vital y pensante de un ensayista subjetivo y literario que se considera poeta antes que ninguna otra cosa, contado con pasión y delicadeza, y que se lee como una novela.



Poeta y ensayista, Ales Debeljak (Ljubljana, 1961) es licenciado en Literatura Comparada y doctor en Pensamiento Social por la University of Syracuse (NY). Actualmente imparte clases en la Northwestern University de Chicago (donde reside) y el College d’Europe de Varsovia.
Empezó a publicar en los años ochenta, libros de poemas (Los nombres de la muerte, 1985; Diccionario del silencio, 1987) y ensayos (La esfinge posmoderna, 1989; El crepúsculo de los ídolos (1994; Bilbao: Tercera Prensa, 1999). Ha visitado Barcelona invitado por el KRTU, para pronunciar las conferencias Europa sin los europeos en la Fundació Antoni Tàpies y Los poetas y la política en la UPF, y presentar sus libros La ciutat i el nen (La Guineu) y La neu de l'any passat (Lleonard Muntaner).
Su generación, que vivió la época más suave del régimen de Tito, y que a diferencia del resto del bloque comunista, pudo viajar por el mundo y tuvo libre acceso a la literatura internacional, llegó a la madurez con el fin del comunismo, el estallido de los nacionalismos y la guerra, que les pilló por sorpresa y rompió dramáticamente su plácido ensueño.
Aunque los diez días bélicos en Eslovenia fueron, dice Debeljak, “una guerra entre comillas”, él vivió el conflicto como traductor para la CNN y confiesa que le parecía irreal, como una película. Sólo la visión de los primeros muertos le hizo comprender. Tiene palabras amargas para la actitud de Europa: “En 1993, cuando en Sarajevo llevaban un año de asedio, la prioridad de la UE era Maastricht: ordenar la casa. Aunque en el patio de enfrente la gente moría. Pero a las élites no les preocupaba. A los yugoslavos no se les consideraba europeos. Mientras Sarajevo ardía, Europa tocaba el violín. Maastrich era un documento de cultura, pero su reverso oscuro (de barbarie) fue cerrar los ojos a los crímenes de guerra, a que en Bosnia violaran y degollaran a tanta gente.” Y añade: “Si esta guerra no hubiera implicado a musulmanes, Europa habría evitado el genocidio… Y lo más triste es que en Bosnia existía precisamente la clase de islam que buscaba Europa, un islam abierto y europeo avant-la-lettre…” De la sentencia del Tribunal Penal Internacional de La Haya sobre Srbrenica, dice: “Es la misma actitud desde el principio del conflicto, un compromiso. Por una parte, confirma el genocidio y apoya a los bosnios. Por otra, al decir que la responsabilidad no es exclusivamente de Serbia, apoya a Serbia. Hay un dicho esloveno para eso: querer conservar toda la oveja y saciar al lobo...” Y continúa: “La UE podría aprender una lección del desmembramiento de Yugoslavia. Yugoslavia era (dicho con ironía) una pequeña Europa: lenguas y alfabetos distintos, religiones distintas… La búsqueda de puntos comunes fue la característica que definió la Yugoslavia de Tito. Todos teníamos una identidad primera, étnica, que nos definía, y por un acto voluntario, éramos yugoslavos. Como en Europa todos somos catalanes, franceses, italianos, pero decidimos ser europeos. Yugoslavia era una identidad transnacional. Sólo le faltaba la democracia… La UE tiene un déficit de democracia, aún es un proyecto de las elites, desde arriba. Como en Yugoslavia, falta el consenso de las comunidades… La lección sería cómo puede fracasar o no el proyecto europeo.”
Cuenta cómo el nacionalismo esloveno, más moderado, creció a partir del “rechazo arrogante” por parte de Serbia de todas las propuestas de cohabitación que los eslovenos pusieron sobre la mesa yugoslava. Y también habla de lo que fue el experimento yugoslavo, la particular combinación del oriente y occidente europeos capaz de engendrar pensadores como Slavoj Zizec, que une marxismo y psicoanálisis.
Debeljak define el multiculturalismo como un abrirse hacia lo distinto sin renunciar a la propia identidad, una tensión entre conservar lo propio y entender lo ajeno, y es más optimista que otros autores ex yugoslavos, se implica en proyectos editoriales que reconecten culturalmente las antiguas repúblicas, y recuerda que “en las encuestas, los musulmanes bosnios aún afirman que serían capaces de convivir con serbios y croatas…” Más optimista que otros autores ex yugoslavos, dice: “Tarde o temprano tiene que haber una reconciliación.”
Es significativo que un editor vasco y dos catalanes se hayan interesado por este autor. Quien pasee por las librerías de Ljubljana, verá en sus escaparates autores vascos y catalanes; algunos, como Bernardo Atxaga, son casi best-séllers. Más allá de los estereotipos de unos balcánicos salvajes y sangrientos, asociados en el imaginario europeo decimonónico al propio mito de Drácula, la reflexión sobre la identidad y las diferencias en Europa establece también afinidades literarias.