Retrato de un escritor visionario
ISABEL NÚÑEZ
Seguramente ninguna de las múltiples biografías de Melville tiene la hondura crítica ni la precisión del retrato que ha logrado Andrew Delbanco (Nueva York, 1952). Académico, director de Estudios Americanos de la Universidad de Columbia, Delbanco ha publicado en castellano La muerte de Satán, y es colaborador asiduo de las mejores revistas literarias norteamericanas.
La introducción ya dibuja muy bien a su personaje atormentado, apasionado y melancólico en el Nueva York de 1800 y ofrece datos concluyentes sobre su trayectoria –poeta, dedicado a la prosa sólo doce de sus 72 años de vida, la abandonó para retomarla con una pequeña y última obra maestra, sufrió el fracaso y dificultades financieras asombrosas, comparadas con su éxito póstumo y la inmensa vigencia de su obra: Moby Dick, pero también Bartleby el escribiente, Benito Cereno, Billy Budd…_, relatos de navegación y dificultades económicas paternas. A medida que la sucia Nueva York del 1800 cobra vida con su estruendo y magnitud, con la ciudad de Edith Wharton y Henry James surge el retrato de ese novelista tardío con trazos precisos, sin excluir defectos ni excesos de carácter, errores de aprendizaje, huidas de sí mismo, dificultades conyugales, muerte del hermano y del hijo, y ese rostro de barba descomunal se anima en cada página, y cada gesto de escritura adquiere ecos simbólicos.
Vemos a un escritor que no quiso ser directamente político como lo eran Emerson o Harriet Beecher Stowe en La cabaña del Tío Tom, impregnándose de la política sin querer, de una forma shakespeariana, humanista, observando en lo individual los rasgos de la esclavitud, del racismo, el delirio del poder, la paranoia fanática y la sociedad enferma, alma de sus libros, reactualizados con cada época.
Vemos su aislamiento (una parte de Ahab es sin duda él mismo), pero también la amistad con Hawthorne, la mutua admiración—rivalidad, fecunda para ambos, la afinidad, sus conversaciones y la afectuosa observación de detalles, como el desaliño de la ropa interior de Melville, que Hawthorne atribuye a su vida de navegante.
Y llega un momento en que todas las influencias –Hamlet, Yago y Lear de Shakespeare, Frankenstein de Mary Shelley, La Eneida, Milton…—, unidas a sus visiones de América y su experiencia vital, confluyen prodigiosamente en esa novela que creía acabada y que transforma en una masa químicamente nueva, y su Ahab, prefiguración de Hitler contra los judíos o de Bush contra Osama o Sadam, deviene la esencia del fanatismo totalitario, y el Pequod es la loca nave de Norteamérica y los 30 tripulantes son los 30 Estados de la Unión en 1850, y cada metáfora y la propia fonética multiplican el poder de su historia.
Delbanco no sólo es un investigador riguroso y un crítico brillante, sino que su erudita pasión literaria se une a su insight freudiano para comprender a Melville y seguir sus ecos en la política, el cine y la literatura de hoy. Al cerrar el libro, no sólo vuelvo a mi adorado Moby Dick, como cuenta Muñoz Molina en su prólogo, sino que corro a descubrir Billy Budd. No se lo pierdan.
Andrew Delbanco
Melville
Seix Barral
Traducción de Juan Bonilla
2 comentarios:
Del Banco?...Not a patch on Bernard DeVoto.
Has leído esta biografía? A mí me parece excelente.
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