La presencia en las redes resulta más importante en un país con muy poco espacio para lo literario, con suplementos y revistas reducidos al mínimo, pero sobre todo sin espíritu crítico, donde a los famosos y reconocidos se les adora sin exigirles nada, arbitrariamente, y a los no-reconocidos se les ningunea o masacra. Donde nadie tiene valor para señalar algo bueno si antes no ha sido reconocido y reafirmado por todos, o en el extranjero. El contrario de la escena francesa, donde los críticos afilan sus espadas y dentaduras cuando llega el último libro de los escritores célebres y donde muchos se atreven a defender lo desconocido.
Las redes están sin embargo dominadas por el mismo seguidismo y la misma cobardía. Eso por no hablar de la tremenda misoginia de la crítica literaria en este país, donde a las escritoras mujeres se les dan lecciones de moral o se las entierra, o bien se las compadece por su supuesta infelicidad en el espacio de una reseña. “Recluida en su soledad”, decía el otro día un muy buen crítico de una escritora inglesa que se separó de sus dos maridos. Como si el matrimonio garantizase la felicidad y la separación fuese síntoma de fracaso y desdicha… sólo para las mujeres, naturalmente.
Ahora bien, si los periódicos corren el peligro de desaparecer, como ellos mismos amenazan, tal vez los blogs de crítica literaria y de literatura puedan sustituir por completo ese espacio. En Francia, los blogs de crítica literaria son ya una plataforma importantísima; algunos de ellos tienen anunciantes o son financiados por publicaciones y editores y por supuesto, no sólo cuentan con miles de lectores, sino que algunos autores prefieren concederles a ellos sus entrevistas y los blogueros en cuestión publican sus libros de crítica a partir del éxito de dichos blogs.
Yo tengo teóricamente tres blogs, uno me sirve para despotricar políticamente y recoger artículos o vídeos (Polis); otro recoge mis artículos y reseñas publicados en La Vanguardia Cultura/s u otras revistas; y el otro es Crucigrama, donde escribo autoficción (y a la vez hablo de libros, películas, etc), es decir, una construcción literaria de lo biográfico, enmarcada en las llamadas escrituras del yo.
Algunos lectores no comprenden esa clase de escritura. Una vez hablé de mis manías del desayuno y vinieron decenas de comentaristas a contarme lo que les gustaba desayunar. El intercambio interesante no tiene que ver con un contenido vital literal, sino con algunas ideas que van más allá. Hace poco, como yo hablo de mis momentos de encalle en mi novela y también de cuando vuelvo felizmente a ella, un comentarista que a veces me comprende instantáneamente pero otras me confunde vino a aconsejarme que la abandonara. Cuando le dije que yo vivo en esa novela, que estoy imbricada con ella y no es un proyecto que pueda ni quiera abandonar, se quedó extrañado. Al principio también vinieron algunos a decirme que se trataba de una escritura narcisista. Pero yo no escribo de mí sino “desde mí”, me interesa el mundo desde la perplejidad que me produce y me convierto en personaje para contarlo. Por suerte, hay otros que me leen y lo toman como simple escritura, sin creer literalmente nada…
Muchas veces he sentido la tentación de convertir el blog en un libro y desaparecer. No sé si lo haré alguna vez. Si podré resistir la tentación de no estar ahí, enredada en ese bullicio de las redes…
Tal vez escribir en el blog sea un acto generoso o algo naïf, autodestructivo, de regalar la escritura a la gente. Y sin embargo, para los que vivimos en el único país de Europa donde no existe ningún control sobre las ventas de libros y sabemos que publicando estamos regalando el producto de nuestras ventas al editor, que nos dará sólo la limosna que quiera darnos, regalar directamente al público tampoco cambia las cosas. Cada país tiene un sistema distinto de control de ventas, y todos funcionan. Yo intenté animar a las asociaciones de escritores, a la de agentes literarios, a que intentáramos implantar el sistema francés, pero parece que a nadie le interese cambiar las cosas. La que ha sido ministra de Cultura me escuchó con interés y me dijo que recibiría a quiénes quisieran ir a verla con ese tema y apoyaría la iniciativa. El sistema francés de control de ventas se efectúa mediante una cooperativa que depende del gremio de libreros, que facilita los datos de paso por caja de los libros, de modo que ningún autor puede tener dudas: cada tres o seis meses recibe sus ventas, mediante una suscripción o una aportación mínima a esa cooperativa. Para mí, mientras todos discuten de los peligros del libro digital, es un escándalo y me produce perplejidad que nadie se interese en resolver esta cuestión. Sólo el abogado de ACEC me pareció que se hacía cargo…
Y luego está Facebook, que era un espacio pensado para encuentros adolescentes y se convirtió en un terreno de agitación política y cultural. Curiosamente, hay todavía ahí gente que lee, muchos que leen la prensa a través de nuestros links, que se enteran de lo literario a través de los que aún podemos elegir o señalar lo que nos gusta, que leen orientados por nuestras reseñas… A veces la atención es tan grande que produce asombro. Hace unos días puse un comentario diciendo: “Uno de mis editores me ha comunicado que quiere publicar mi libro sobre la ciudad en este trimestre. Sé que es muy difícil porque están desbordados, pero la noticia me ha dado una alegría.” ¡Vinieron unas ciento cincuenta personas a decir que les gustaba! Entre ellos directores de suplementos literarios, gente con cargos en instituciones culturales, etc. Yo no había dicho ni quién era mi editor ni qué clase de libro es ese que yo he escrito sobre la ciudad, pero hubo unos ochenta comentarios y todos esos “likes”. Es bien extraño…
Este verano la gente me pedía que pusiera más fotos y siguiera contando mi estancia en la Serbia profunda. Yo hablaba de un bosque completamente salvaje, un bosque que sólo yo parecía atravesar con los animales ocultos, todos los días… Pero justo al lado de donde se cometieron mayores atrocidades en los noventa. Algunos me decían que esas crónicas serbias les restituían. Y a mí esa conexión del blog y de facebook también me salvaba en cierta manera de la extrañeza del entorno… En invierno, en San Francisco, cuando no podía dormir por el jet lag, me consolaba conectar con el hervidero hormigueante de Facebook y me preguntaba si mi insomnio no sería un deseo de estar en los dos lugares al mismo tiempo…
Hay ahí una borrachera, una efervescencia, una intoxicación de las redes… Por un lado las redes dan larga vida a algunos artículos de la prensa escrita, a nuestras reseñas, como el blog, por otro dan acceso a unos encuentros útiles, de pronto uno acaba escribiendo a su director de cine favorito o surge un proyecto de edición… Y por otra parte llegan todos los días locos a paladas y gente pesadísima que sin mirar lo que haces intentan plantarte links con sus libros y blogs, en una burda autorpomoción contraproducente… Y sin embargo, ahí estamos… trabajando sin dinero, sin ingresos, “perdiendo tiempo” entre comillas, siempre sembrando por si acaso, tal vez vendiendo libros aunque nunca los cobremos, porque se los quedan los editores…
Aunque nos seguimos preguntando ¿vale la pena mantener nuestra presencia ahí? ¿qué haría falta para rentabilizarla? En esta época tremenda cuesta pensar en editores y libreros que pusieran publicidad en los blogs, y sin embargo, por ahí debería ir tal vez la cosa… Mientras tanto, seguimos enredados en los blogs y en Facebook y en esa escritura inmediata, de jugadores de ajedrez hindúes, que nos entrena para quién sabe qué rapeo, qué rapsodia o qué reto de palabras…
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