ISABEL NÚÑEZ
La vida errante. Diarios de viaje por el Mediterráneo
Guy de Maupassant
Marbot
Traducción de Elisenda Julibert
269 PÁGS
14,50 EUROS
En “Lasitud”, el primer capítulo de esta crónica viajera, la ubicuidad de la Torre Eiffel, que asoma a todas las calles de París y aparece reproducida ad náuseam, desespera al autor. Horrorizado de las nuevas formas y del cientifismo que sustituye las luces de la ciencia y el pensamiento por la banalidad de los inventos y la técnica y proyecta sus sombras sobre la cultura humanista, Maupassant huye a Italia a refugiarse en la belleza clásica, y tras recorrer Florencia, meditando sobre la sinestesia y la locura de los poetas, en el campanario de Pisa, donde el cementerio se abre a un claustro melancólico a la sombra de inmensos tilos, concluye con ironía que los italianos sí supieron dar a su país una auténtica exposición universal que visitaremos por los siglos de los siglos.
De allí viaja a Sicilia y se hospeda en el mítico Hotel des Palmes de Palermo, donde antes estuviera Wagner y donde años después moriría Raymond Roussel en enigmáticas circunstancias, y Sciascia lo visitaría para investigarlo. Maupassant encuentra el rastro de Wagner en el olor a rosas del armario ropero del compositor. Describe el soberbio carácter de soledad y de pobreza de la que fue una isla rica y deseada, restituye con finura el barroquismo, la mezcla de estilos, el horror de las minas de azufre y los niños esclavos, los volcanes, las momias y la magnífica iglesia palatina.
Viaja a Túnez y a Argel, camino de Kairuán, y por fin atraviesa Venecia (donde explica cómo lecturas, mitos y sueños se mezclan a la mirada viajera) e Isquia. Es un observador sutil y apasionado, irónico y crítico, incita al viaje físico y al viaje onírico, pero además de su sensibilidad, revela sus prejuicios de hombre occidental (sobre la gandulería de los árabes), y también una misoginia salvaje que yo no había detectado en sus cuentos, como cuando afirma que las mujeres son demasiado pequeñas para comunicarse con Dios o decide que la Venus descabezada expresa mejor el misterio de la feminidad. Esos comentarios contrastan con la sutileza evocadora de su genio literario –el mismo que refulge en sus cuentos y que logra aquí páginas maravillosas, bien traducidas por Elisenda Julibert—, y sólo revelan las contradicciones de un narrador que supo dibujar espléndidos personajes femeninos sin despojarlos de la cabeza.
4 comentarios:
Caray, me encanta Maupassant y me encantan los libros de viajes.
Creo que éste no me lo puedo perder.
Es una buena elección!
Hola Isabel, será porque siempre he fracasado en el intento de tomar notas y hacer un libro de mis viajes, pues temo que si los escribo destruya las emociones vividas, la lectura de tales libros me resulta difícil. Sin embargo, Maupassant es un personaje que me atrae y la lectura de La vida errante depara ese placer que tú comentas con tanta agudeza. Un fuerte abrazo
Gracias, Antonio. Entiendo lo que dices, pero hay excepciones como ésta que son un auténtico placer... Como las crónicas italianas de Stendhal, etc
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