Narrativa
El amor y el paso del tiempo
ISABEL NÚÑEZ
Alice Munro
Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio
RBA
Traducción de Marcelo Cohen
257 PÁGINAS
EUROS
Alice Munro (Wingham, Ontario, 1931) ha escrito nueve libros de relatos, cinco de ellos publicados en España: Las lunas de Júpiter, El progreso del amor, Amistad de juventud, Secretos abiertos y El amor de una mujer generosa, además de una novela, Lives of Girls and Women.
Según contaba en una entrevista, la autora pretendía escribir novelas, pero siempre había algo incidental en su vida que la interrumpía, y poco a poco, eso la llevó a convertirse en una auténtica maestra del relato. Sus historias tienen la melancolía americana de Carson McCullers, Eudora Welty, Raymond Carver e incluso Richard Ford, pero también la profundidad de los mejores cuentos de Chéjov. Hay tal densidad en ellas que el lector se ve obligado a parar entre uno y otro relato y dejar reposar la historia en la mente para no confundirse con la lectura de la siguiente. Munro tiene una forma prodigiosa de adentrarse en esos personajes en unas pocas páginas, casi oímos sus respiraciones, nos movemos con ellos.
El título, como suele hacerse, corresponde tan sólo a uno de los relatos y podría llamar a engaño. Porque ciertamente las historias de amor, el amor fugaz, el deseo, el amor recuperado, la pérdida amorosa dominan estas narraciones, pero si hubiera que elegir un tema omnipresente, aún más poderoso o que condiciona siempre las relaciones que aquí aparecen, sería el paso del tiempo, y el punto de vista de las mujeres.
La enfermedad y la muerte en las parejas, envejecer, la infidelidad y su recuerdo a través de los años, las fantasías y el deseo, los hospitales y sanatorios, las fugas, la pasión, la ambición y la traición, las transformaciones insospechadas o los repliegues secretos de la mente, los encuentros inesperados, las afinidades, la religión y las ideologías, las estrategias de supervivencia, la fea realidad y la perversidad del destino, sin escamotear los momentos de rara belleza de la vida. Todos esos elementos contados en escenas cotidianas, atisbos de lo que pudo haber sido, vidas medio vividas (como en el título de Naipaul), en el paisaje de Ontario, con imágenes y personajes intensos que se quedan con nosotros tal vez para siempre.
Dos adolescentes que mandan falsas cartas de amor y acaban uniendo sorprendentemente al padre de una de ellas con la solitaria ama de llaves; una mujer en tratamiento de quimioterapia a la que un joven tiende un puente inesperado hacia el deseo y la vida; un profesor que enferma tras luchar contra la intolerancia religiosa de una ciudad de provincias; una historia de amor infantil que no llega a realizarse; un intenso momento de infidelidad visto a través del tiempo; el hombre que interna a su mujer en el sanatorio, y para su sorpresa, la ve olvidarle temporalmente y enamorarse de otro interno... Y en medio de todo, la escritura, el oficio de escribir, que asoma de vez en cuando en estas páginas como un sedimento de fondo.
Es efectivamente un mundo de mujeres, o mejor dicho, una perspectiva de mujeres. Los personajes femeninos muestran su interioridad reflexiva, su capacidad de soñar y de resituar los momentos de su vida en un continuo análisis que se mide con los acontecimientos y el paso del tiempo. Un análisis que les permite reinterpretarse a sí mismas, comprender el pasado y hacer que la vida sea más soportable. Pero a la vez es un mundo vertebrado con los hombres, que aparecen dibujados con todo su peso en estas historias.
Y se trata efectivamente de relatos densos, comprimidos, donde una economía sutil y prodigiosa, adquirida con la experiencia, permite una riqueza de matices y una profundidad que rozan la plenitud de la novela.
El dominio narrativo de Alice Munro es total y la sutileza de los detalles revela un universo de sentidos, eficazmente transmitidos por la traducción. Por suerte para el lector, Munro es una escritora prolífica y no es difícil seguir leyéndola.
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Narrativa
Mujeres que huyen
ISABEL NÚÑEZ
Alice Munro
Escapada
RBA
Traducción de Carmen Aguilar
286 PÁGINAS
Alice Munro (Wingham, Ontario, 1931) es una autora prolífica. En España se han publicado Las lunas de Júpiter, El progreso del amor, Amistad de juventud, Secretos abiertos y Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio. Se trata de una maestra del relato y, como ya se ha dicho, sus historias tienen una densa profundidad: el lector tiene la impresión de adentrarse, en pocas páginas, en el mundo intrincado de una larga novela.
En Escapada (Runaway) ocurre esto mismo, y además, la autora nos ofrece la opción de seguir a un personaje a través de tres cuentos seguidos, en tres etapas distintas de su historia, y lo hace con una soltura envidiable, sin necesidad de explicar apenas, sólo mostrando detalles, momentos.
En general, se trata de situaciones en las que una mujer intenta escapar a un sino contra el que se rebela, una situación insatisfactoria, una relación (de pareja, familiar) que la ahoga, o bien duda y huye de sí misma. Una joven que presencia un suicidio en un tren y acaba instalándose con un antiguo amante en otra ciudad. Una mujer mayor, solitaria, que de pronto se casa y se traslada lejos; otra que decide escapar de su irritante pareja animada por una vecina y acaba por volver, aterrada de perder su identidad; una chica que abandona a su madre para meterse en una secta; otra que busca a su extraña amiga vidente; y otra a quien perder el bolso permite descubrir el deseo, perderlo enseguida por azar y descubrir demasiado tarde la confusión que alteró su vida.
Las escapadas no son siempre logradas, ni felices. El paso del tiempo sigue siendo protagonista, pesa en estos cuentos como una clepsidra gigante en la historia de estos seres, su evolución individual y sus encuentros a través de los años.
Aquí, los estereotipos no funcionan; todo es mucho más complejo. Definitivamente las mujeres son protagonistas, pero los personajes masculinos están bien definidos, con gran riqueza de matices. Hay errores y culpa, desolación, ambivalencias, malentendidos, enfermedad. Y momentos en que un acontecimiento externo –como en Chéjov, en Maupassant, en Carver— cambia decisivamente la percepción de las cosas. Y otros momentos especiales que se nos ofrecen aquí como un regalo de la penetrante sensibilidad de Munro, como el de ese repartidor que, en pleno trayecto con su camioneta, se siente mal, aparca en un lugar umbrío y boscoso, junto a un río, y muere allí suavemente, sin molestar a nadie.
Aunque diría que en estos cuentos, la voz de la autora no parece tan libre y rutilante como en Secretos abiertos, y parece irradiar una atmósfera más oscura y cargada que en Odio, amistad, noviazgo, amor..., su capacidad de encantamiento narrativo sigue intacta y envidiable: la finura en los detalles, el modo en que un silencio nunca resuelto –en la huida de una hija— genera, por ejemplo, toda clase de especulaciones y turbulencias emocionales que transforman la vida de la abandonada madre, la manera en que los personajes entran y salen de las vidas de otros y la estela que dejan en el pensamiento y las fantasías ajenas, dibujándose físicamente, como la vibración de una rama al levantar un pájaro el vuelo o las ondulaciones de una piedra en el agua. Y el dominio de Munro para contemplar a sus personajes en cualquier edad, como si los años le hubieran dado la posibilidad de entender todas las edades al mismo tiempo, sin borrarle ninguna.
Hay un relato magnífico, “Pasión”, que para mí destaca entre todos por la fuerza eléctrica de un instante mágico, por su definición dramática y a la vez nostálgica, por el encanto de tres o cuatro personajes –Grace, la señora Travers, el desesperado y atractivo Neil e incluso el sencillo Maury o las cuñadas—, por la forma chejoviana (teatral y natural al mismo tiempo) en que la autora los hace aparecer y salir de escena, cargados con sus historias personales, y por la intensidad de unos gestos suficientes para transmitir el carácter de cada uno con una sutileza que pocos autores logran. No sé por qué, de todos los relatos, éste me parece el más esperanzador, a pesar de que el desenlace no lo sea. En cualquier caso, estas ocho historias componen un libro maravilloso, que deja huella.
Probablemente Alice Munro no es una autora fácil de traducir, pero hay que decir que la versión castellana no siempre está a la altura del empeño. El día en que los editores españoles se decidan a valorar la traducción, acercándose a las tarifas de sus colegas europeos y permitiendo que el traductor se tome su tiempo para pensar y corregir, dejarán de ocurrir estas cosas con tanta frecuencia. Y la beca del Canada Council debería contribuir también a apoyar ese esfuerzo del traductor, tan tristemente despreciado en este país.
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