lunes, 13 de agosto de 2007

Colette - Cultura/s

Foto: Angela Reynold's, Bere, 2007

El genio femenino
ISABEL NÚÑEZ

Colette
Lo puro y lo impuro
Global Rhythm Press
Traducción de Gabriel Hormaechea
152 PÁGINAS


Qué sugerente, en estos tiempos de hipócrita moral que reglamenta la vida cotidiana y criminaliza excesos e intoxicaciones personales, entrar con Colette en un fumadero de opio y visitar restaurantes azules de humo, donde los cirios amarillentos lloran sobre altos candelabros sin disipar las tinieblas, y tantas mujeres inteligentes y contradictorias, con sus “torneos de miradas”, sus conversaciones directas sobre el amor físico, exploran los límites de las prohibiciones, entregándose a los placeres y al dolor, debatiéndose entre el impulso de ser libres y las fantasías de sometimiento y protección.


Ya desde las primeras líneas, burlándose de los bordados chinos (hechos en China para Occidente), esquivando irritada a sus compatriotas en territorio extranjero, la narradora expresa toda la riqueza de su punto de vista –analítico y fascinado—, con la fruición de la inteligencia en la edad madura, el placer de comprender lo que hay detrás de cada gesto, y con su admiración de la belleza –nostálgica, sí, pero con la alegría de haber estado allí, de haber sufrido sus goces.


Se trata en efecto de la última y reflexiva Colette que, observadora sagaz –con una mirada que escudriña, capaz de leer mohines que desvelan o temen secretos pasados—, nos muestra de qué materia se tejen las relaciones, y entra en la intimidad de las confesiones para mostrar escenas de la danza amorosa, con pinceladas finas.
Ella, que siempre escribió autoficción con descaro, se sitúa aquí en segundo plano, Somerset Maugham femenina, confidente que presta su escucha inteligente –literaria—, y aunque sea impaciente e incluso mordaz, es siempre empática con las debilidades del espíritu y la carne.


Hilando escenas en la atmósfera decadente del París de entreguerras (o trasladándose veinte años atrás, para trazar un retrato irónico y luminoso a la teatral Renée Vivien), nos muestra una deliciosa galería de mujeres sáficas, desde las viriles amazonas a las más femeninas, entre cartas del tarot, cocheros silenciosos y velos bajo el sombrero… Y se cuela en el mundo masculino, para escuchar al huraño ególatra don juan y ser adoptada en círculos de homosexuales hombres, o para llenar el vacío que dejó Proust (que según ella, describió bien Sodoma, pero nunca entendió Gomorra).


Sus legítimas interrogaciones del feminismo son más refrescantes en este país, donde la devaluación de lo femenino afecta incluso a las comentaristas ingeniosas de los periódicos, que desprecian su propio género. Colette va más allá, su finura crítica y su gusto de las mujeres no cae en misoginias baratas. Sabe bien que los géneros no son puros ni son dos, que todos tenemos masculinidades y feminidades cruzadas, como tantos yos se agitan en nuestro interior.


Hay momentos oscuros en su lenguaje, como señala el buen prólogo de Gabriel Hormaechea, restos de un diálogo ensimismado que se nos escapa. El traductor cumple su cometido y permite una lectura placentera de una escritora tan imbricada en la lengua francesa que parece imposible sin ella: una hazaña.


Colette consideraba éste su mejor libro. Es un juicio difícil, dadas las raras joyas de sus piezas narrativas. Pero aquí se sentía libre y podía jugar con los géneros, posmoderna avant-la-lettre.


No es extraño que Julia Kristeva la incluyese en su trilogía Le génie féminin. Colette es una mina: maneja las artes de la literatura popular y encandila al gran público galo, puede subvertir y feminizar el estilo Montaigne, y sin ella cuesta imaginar al Barthes de Fragmentos de un discurso amoroso o la escritura de Hélène Cixous, refugiada con Derrida “en el vientre de la lengua francesa”. Leyéndola comprendo que Anna Caballé tenía razón, “hay que recordar de dónde venimos”: en este país misógino y puritano, árido y sin matices en el discurso amoroso, no podría haber nacido Sidonie Colette. Leerla es recordar que existen otros mundos…